domingo, 18 de mayo de 2014

CONTRA LA HOMOFOBIA (II) “El Gueto”: ¿Oportunidad o Discriminación?




Rey Alexander Rodríguez Cureaux

―Yo no sé lo que está pasando, pero hay una cantidad de maricones en la calle.


 ―En 52 años que tengo, he estado mucho tiempo en la calle y para ver un 
     negro maricón.

Es este un fragmento de la novela cotidiana, una que hube  de escuchar mientras me dirigía a mi casa-dormitorio (salgo a las seis de la mañana y regreso a las diez de la noche), y dicho sea de paso, regresaba con mi pareja.

Quizás los cansancios: el del trabajo y el de la espera; y un poco el estruendo de aquellos comentarios; me enmudecieron. Para los que me conocen, sería la primera vez.

Que conste que no es esta una muestra aislada, sino una más de homofobia (o tal vez de hipocresía).

Es como si ante cada avance, la impotencia ante la fuerza que cobra el movimiento LGBTI en el mundo, predispusiera a los homófobos de nuestro entorno.

Hace ya unos días tuve la oportunidad de encontrarme, en una reunión de trabajo con alguien que me hizo analizar y replantearme conceptos que creía terminados, exactos, bien argumentados.

Las gracias para este pobre de espíritu, porque hasta de los homofóbicos se puede aprender.

El Diccionario de Real Academia de la Lengua Española, define el gueto, como barrio en el que por discriminación eran obligados a vivir los judíos en algunas ciudades europeas hasta el final de la segunda guerra mundial.

También expresa que es un barrio o zona en que viven marginadas personas de la misma raza, nacionalidad u origen.

Me gustaría que reflexionáramos sobre este particular. Para muchos integrantes de la comunidad LGBTI de nuestro país, los locales exclusivos para esta minoría carecería de sentido y destruiría el manto divino que impide que sean descubiertos.

Para otros, son la aprobación para la discriminación institucionalizada. En la reunión de la que hablaba, apesar de todo lo que se trata el tema actualmente en Cuba, los principales argumentos giraron en torno a estereotipos y comportamientos, que están más ligados al carácter que a la orientación sexual.

Ya se sabe que excéntricos, egocéntricos, hiperfemeninas o hipermasculinos, no son necesariamente homosexuales.

Me permito recordar y compartir una anécdota de una amiga, ahora distante, pero igual de amiga.

En cierta ocasión decidió salir con su pareja y al llegar al centro nocturno, dinero en mano para la compra de las entradas, el portero les impide el paso.

―La entrada es por parejas…

Ella muy natural, le contesta: —Nosotras somos parejas

A lo que él responde. ―Dos iguales no hacen pareja.

Sus medias son iguales y sus zapatos también, ¿Se pondría usted dos diferentes de cualquiera de ellos?

Al vivir en una sociedad heterosexista, los servicios responden a esos intereses, y por lo tanto, toda persona con una orientación sexual diferente, ha tenido que adaptarse a dichas condiciones.

¿Por qué verlo como excluyente cuando puede ser todo lo contrario?

Siempre recuerdo que una persona, a la que aprecio mucho, me dijo que la verdad es relativa; no dejaba  de serlo en aquel momento.

A primera vista pudiera parecer discriminatorio crear espacios solo para esta comunidad. Sin embargo, alguien ha pensado que pudiera ser una vía participativa de incluir a otras personas en un mundo aún desconocido.

  ¿Cuánto tiempo habrá que esperar hasta que la sociedad acepte un beso público—aunque sea dentro de un establecimiento heteronormativo—de dos personas del mismo sexo?

¿No es excluyente, humillante y discriminatorio que, en un centro nocturno, puedan los heterosexuales intercambiar muestras de afecto, y lo homosexuales en el mismo local, no?

Por supuesto, nadie pensó en la posibilidad de, mientras la comunidad hetero se “aclimate”, o mejor “esté preparada, vamos a apoyar la idea de destinar, este o aquel establecimiento, a la comunidad LGBTI, para el esparcimiento y la recreación.

Solo como territorio libre de censura para las muestras de afectos entre personas del mismo sexo.

Nos falta mucha maleza por desbrozar.

Ayer 17 de mayo, esperé, ingenuo, las noticias de lo acontecido en el país durante la jornada de lucha contra la homofobia. No las tuve. En su lugar tuve la oportunidad de disfrutar del documental El mismo amor, los mismos derechos, por TeleSur. Se trataba el tema del matrimonio igualitario y su batalla legal y popular en la Argentina.

No me da vergüenza decir que sentí mucha envidia. Quizás porque no es común ver a heterosexuales discutir tan vehementemente un tema en beneficio de la comunidad LGBT: el matrimonio igualitario.

Y es que hay muchas maneras de discriminar. Desde mi modesta opinión, la omisión, la invisibilización, la demora, aplazar… son peores que un gueto.  

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